viernes, 27 de agosto de 2010

Mini historia copia de Nana que podría acabar continuando en un futuro muy lejano

Nota: Si no has leido el primer capítulo de Nana, tal vez te convendría pinchar aquí. (desde el minuto 7:44 al 8:16)

Sara subió al tren empapada por los dos segundos que había permanecido a la intemperie. En dieciocho años que llevaba viviendo en aquella ciudad nunca había visto una lluvia de verano como aquella; y tenía que caer justo el día de su mudanza. Genial; sencillamente genial.

No le costó demasiado encontrar su asiento, por lo menos parecía que había llegado pronto, así que se sentó en al lado de la ventanilla, desde donde se podían ver unos pocos edificios viejos que ahora solo eran imágenes borrosas bajo el agua.

Se preguntó cual sería la reacción de sus padres cuando llegaran a casa y encontraran la nota que había dejado, explicándoles que se mudaría a Madrid esa misma noche pese a que faltaban aún casi dos meses para que empezase el semestre de universidad.

Sabía que era algo que necesitaba, no había tenido un buen año, y quería un cambio de aires con urgencia. Sería capaz de apañárselas sola.

En sus auriculares resonaba Marilyn Manson cuando alguien le tocó el hombro.

- Perdona pero ¿Podría hacerme un favor?

Era un hombre de treinta y tantos años el que la llamaba, y tenía una niña de unos siete a su lado.

- A mi hija y a mi nos ha tocado en asientos separados, y como veo que va sola me preguntaba si...

- ¡Oh!- comprendió Sara- Claro. Os dejaré aquí, solo dígame donde está su asiento.

- Al fondo del vagón- le indicó-. En el asiento de fuera hay una mochila negra, igual a la tuya.

La chica se fijó en ese detalle; era curioso. No era una mochila muy común; negra con rallas rojas y una cadena en lugar del extremo de la cremallera.

En cualquier caso se dirigió a su nuevo asiento junto a la ventana al fondo del vagón.

No había nadie junto a ella excepto el doble de su mochila, y se preguntó quien sería capaz de dejar algo totalmente solo en un tren.

Bah.

Dejó de pensar y volvió a conectarse la música para escuchar “The world is mine”; una ridiculez de canción de Vocaloid, pero no podía evitar cantarla cada vez que la oía.

Entonces alguien se sentó a su izquierda. Miró para ver a un chico de pelo castaño, pecoso, joven y completamente empapado que la miraba fijamente.

Sara se tragó el “¿pero que coño miras?” al recordar que tenía que pasar mas de cuatro horas sentada junto a él.

- ¿Pasa algo?- preguntó lo mas serena que pudo.

- Conozco a muy poca gente que se sepa esa canción.

Este tío es idiota, pensó.

- Pues ya conoces a otra- murmuró mientras hacía ademán de darle de nuevo al play; pero su teléfono lo impidió- ¿Diga?

- ¡Sara! ¡¿Dónde estás?! ¡¿Y que es eso de que te vas?!

Suspiró; había estado esperando esa llamada todo el día, y esperaba de verdad que no dedujesen conque iría en tren y fueran a recogerla antes de poder salir.

- Lo siento, papá. Tenía que hacerlo.

- ¡Vuelve aquí inmediatamente!

- Cariño- dedujo por el forcejeo que hubo antes de ese cambio de voz que su madre le había arrancado el teléfono de las manos-, escucha. Se que estás pasando por unos momentos difíciles, pero huir nunca es una buena solución.

- Yo no estoy huyendo de nada- replicó Sara-. Solo necesito independizarme; si seguía así iba a volverme loca. Y estoy segura de que tú lo entiendes mejor que na...- un pitido intermitente indicó que se había cortado la comunicación- Joder- murmuró.

- ¿Te has escapado de casa?- preguntó su acompañante. Ya casi se le había olvidado que estaba ahí.

- Eso parece- admitió, aunque pensarlo de esa forma le hacía sentir realmente mal.

- Vaya. Es curioso ¿sabes? Parece que tenemos cosas en común. ¿Quieres una cerveza?

- Eh... si.

El teléfono sonó de nuevo impidiendo que pudiese decir nada más. Pero esta vez era un mensaje.

De: Mamá

Asunto: Te entiendo

Ok. Si piensas que es lo correcto inténtalo. Confío en ti. Pero llámame de vez en cuando, ¿eh? ;)

Para: Mamá

Asunto: Re: Te entiendo

Gracias :’) Se que esto va ha venirme muy bien.

Era consciente de que tendría una buena bronca con su padre por estar de acuerdo con ella, pero no le podía hacer nada.

- Puede que me esté metiendo donde no me llaman pero tu madre me cae muy bien.

Sara se echó a reír. Ese chico era la persona más rara que había conocido.

- ¿Cerveza?- repitió, esta vez ofreciéndole una lata.

- Gracias- sonrió.

- ¿Y a qué vas a la gran ciudad?

- Pues... este curso empiezo la universidad allí, pero si voy ahora tendré más tiempo para buscar una casa y ganar algo de dinero... y de paso alejarme de mi familia. ¿Y tú?

- Exactamente lo mismo-dijo boquiabierto.

Ambos se rieron y, casi a la vez, pensaron lo mismo.

- ¿Sabes lo que es Nana?- preguntó Sara.

- Te iba a preguntar lo mismo. Esto parece la...

- Escena del principio- completó-. Cuando las dos Nanas se conocen.

- ¿Lees manga?

- Más de los que me gustaría. Estoy obsesionada.

El chico sonrió.

- Pues solo nos falta brindar- esperó a que ella levantara su lata solemnemente al igual que el-. Bien, pues brindemos por dos chicos de la misma edad, que van en el mismo tren, a la misma ciudad, son más otakus de lo que les gustaría reconocer y se han escapado de casa. Estas cosas no pasan todos los días.

Sus latas chocaron.

- Y ¿sabes otra cosa?- continuó Sara- Aún no se como te llamas.

- Isma.

- Encantada. Yo soy Sara.

En ese momento el tren arrancó, deslizándose entre aquella tormenta de verano que, sin saberlo ellos, cerraba una etapa muy importante en su vida.

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